sábado, 22 de abril de 2023
Palabras pronunciadas el miércoles 19 de abril de 2023, en el Centro Veracruzano de las Artes, en el marco del Conversatorio Recordando a la Dra. María Esther Hernández Palacios Mirón.
Buenas tardes: debo empezar agradeciendo al Instituto Veracruzano de la Cultura y, especialmente, a mi querido amigo Miguel Zamudio, responsable del Centro Veracruzano de las Artes, el que me hayan brindado esta estupenda oportunidad de rendir un homenaje cariñoso a quien fuera una de las figuras más relevantes de la vida cultural veracruzana de los últimos años: la doctora María Ester Hernández Palacios Mirón, poeta (esto conviene, creo yo, remarcarlo y ponerlo por delante), académica del más alto nivel, gestora cultural y, sobre todas las cosas, amiga inteligente y generosa, siempre dispuesta a compartir, con la alegría que la caracterizaba, sus conocimientos (que eran muchos), sus ideas (siempre atinadas y sensatas) y sus proyectos (orientados siempre al bienestar común).
Quisiera detenerme, si ustedes me lo permiten, en una de las muchas facetas que su personalidad, compleja y fascinante, nos trae a la memoria: su desempeño como gestora cultural. Como sabemos, Ester Hernández Palacios ocupó los dos cargos más importantes al que un gestor cultural puede aspirar en el Estado de Veracruz: la Dirección General del Instituto Veracruzano de la Cultura y la Dirección General de Difusión Cultural de la Universidad Veracruzana. Hasta donde llega mi memoria, ella ha sido la única persona que ha ocupado ambos cargos. Tal circunstancia no ocurrió, desde luego, por mera casualidad. Sucedió, simple y sencillamente, porque en determinados momentos y circunstancias, ella era la persona idónea para ocuparlos. Recuerdo claramente el beneplácito general con el que dichos nombramientos fueron recibidos. Tal unanimidad fue consecuencia, en su momento, de la conciencia generalizada de que Ester era, a un tiempo y sin desmedro alguno, orgullosa heredera de una vasta tradición familiar, claramente ligada a la vida cultural de nuestro Estado, y una de las más francas, sencillas y entusiastas promotoras de la diversidad creativa de los veracruzanos.
Tres son, me parece, los términos ligados a la práctica de la gestión cultural que mejor nos podrían permitir un acercamiento respetuoso a las políticas impulsadas por Ester Hernández Palacios durante su desempeño como funcionaria cultural, tanto en el IVEC como en la Universidad Veracruzana: descentralización, corresponsabilidad y coparticipación. En las líneas que siguen, me permitiré efectuar un modesto acercamiento a tales principios, con la intención de aquilatar cabalmente la importancia de su paso por las máximas instancias de cultura de nuestra entidad.
La descentralización de la vida cultural de nuestro estado fue una preocupación fundamental de Ester. Su sensibilidad y su inteligencia le permitieron advertir con claridad que, con todo lo importante que son, las acciones de impulso a la cultura que los organismos estatales y universitarios llevan a cabo en las ciudades de Xalapa y Veracruz no son y no deberían ser, aunque lo parecieran, suficientes para atender la diversidad creativa de Veracruz. Que en Veracruz no hay cuatro o cinco municipios, sino doscientos doce, y que en todos ellos hay una enorme riqueza cultural que debe ser estudiada, preservada y difundida. Es claro que la denominada alta cultura es fundamental para reconocer nuestro pasado, entender nuestro presente y construir nuestro futuro desde los campos de la inteligencia y la creatividad, pero es absolutamente insuficiente cuando se trata de reconocer y vivir la diversidad creativa de un estado tan diverso como Veracruz.
Consecuente con sus convicciones, durante su paso por el IVEC Ester Hernández Palacios diseñó e impulsó políticas orientadas a preservar y difundir las manifestaciones culturales de las diversas regiones de Veracruz, aprovechando para ello, de la mejor manera posible, el limitado alcance de los recursos puestos a su alcance.
Para estar en capacidad de llevar a cabo sus proyectos de descentralización cultural, Ester recurrió a la práctica de compartir responsabilidades con las diversas instancias de gobierno, convencida de que sólo mediante convenios serios y responsables de colaboración con la federación y los municipios era posible hacer llegar los beneficios de la acción institucional a todas regiones de la entidad. Muchos fueron los acuerdos alcanzados durante su administración. Tales concertaciones eran posible porque Ester confiaba, no tanto en los actores políticos, cuyos empeños culturales frecuentemente son sinceros, pero con igual incidencia suelen no serlo, como en los actores culturales, es decir, en los creadores artísticos, los gestores culturales y los portadores de cultura tradicional de todo el estado, en quienes confiaba plenamente, convencida como estaba de que eran ellos los más interesados en impulsar la vida cultural de sus localidades. Su acercamiento con las comunidades culturales de Veracruz convirtió a su administración al frente del organismo estatal de cultura en una de las etapas más extensivas de cuantas ha experimentado dicho organismo.
Por lo que hace a sus relaciones con las autoridades federales del sector cultura, baste recordar que, luego de concluir su trabajo en la administración pública estatal, Ester se incorporó como Directora de Animación Cultural en el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Tal designación esclarece los altos niveles de entendimiento que llegó a alcanzar con las autoridades federales del sector cultura y explica el amplio apoyo que llegó obtener de dicha estancia de gobierno. Cabe resaltar que tales logros no fueron resultado únicamente del óptimo entendimiento alcanzado con la federación, sino que también fueron consecuencia de su claro liderazgo al interior del Circuito Centro de las instancias estatales de cultura, organismo promovido por el propio CONACULTA, en donde que Ester contaba con amplias simpatías y apoyos.
Por lo que hace al tercer factor, es decir, la coparticipación, cabe afirmar que para Ester era evidente que el entendimiento con los gobiernos municipales y federal era esencial; también tenía claro que de poco servía si no se alcanzaban acuerdos básicos con las comunidades culturales, que debían hacerse cargo, en su opinión, de los organismos de cultura locales. Las cifras no permiten mentir: durante su desempeño como Directora General, el Instituto Veracruzano de la Cultura mantuvo acuerdos de operación con actores culturales de más de setenta municipios del estado. Esa es, tal vez, la más alta cifra alcanzada por cualquier administración pública estatal de nuestra entidad en el campo de la cultura. Lo relevante no fue, en su caso, alcanzar acuerdos políticos con tantos funcionarios municipales; lo notable fue propiciar la participación entusiasta de igual número de comunidades culturales, que dieron su apoyo franco a los diversos programas impulsados por el Instituto en materia de animación cultural.
Descanse en paz Ester Hernández Palacios. Quienes tuvimos el placer de disfrutar de su sonrisa contagiosa y su entusiasmo sin límites, nos empeñaremos en recordarla con cariño y gratitud. Tendremos siempre presentes su bonhomía, su inteligencia y su generosidad. Donde quiera que esté estará tranquila: entregó mucho y pidió poco. A cambio, se fue, pero sin irse.
Muchas gracias.
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