sábado, 18 de enero de 2014

Notas en torno a Orquesta Jarocha, del Grupo Mono Blanco.

(Leído en la ceremonia de presentación del disco Orquesta Jarocha, celebrada en el Jardín Poniente del Edificio Sede del Instituto Veracruzano de la Cultura, el viernes 17 de enero de 2014).

Notas en torno a Orquesta Jarocha, del Grupo Mono Blanco.

Buenas noches. Quiero agradecer, desde luego, al Grupo Mono Blanco, a Austin Morgan, Margarita Peña, Rodolfo Priego y a todo el equipo técnico del IVEC, su gentil invitación a participar en esta ceremonia de presentación del décimo segundo disco del Grupo Mono Blanco, sin duda, el más influyente entre los que participan en el denominado movimiento jaranero. Esta circunstancia debería bastar para otorgar a la aparición de Orquesta Jarocha, título del álbum que hoy nos reúne, el carácter de acontecimiento musical relevante en el nutrido escenario de la música popular veracruzana. Juzgo, sin embargo, que Orquesta Jarocha posee cualidades que lo convierten en un disco memorable por sí mismo, incluso si para decidirlo se tomara en cuenta únicamente la discografía del propio grupo.
         A continuación, y asumiendo que la paciencia de todos ustedes es tan grande como su gentileza, me permitiré enumerar algunas de las características del disco que, a mi parecer, constituyen las bases fundamentales de su singularidad.
1.- El Proyecto.  Orquesta jarocha no es, evidentemente, una criatura del azar o la improvisación, de las ganas súbitas de hacer un disco. Su cuidada estructura obedece a la intención fundamental de reunir los elementos que constituyen la base musical de los fandangos tradicionales, con la intención de efectuar un recuento de las formas que dichas músicas suelen asumir en las diferentes regiones del estado. Estamos pues ante una summa jarocha, una puesta en juego de las formas del son que, en este disco, establecen un diálogo sumamente creativo. Conviene recordar, creo, que un proyecto de esta naturaleza sólo es viable cuando el grupo que lo emprende cuenta con la solvencia técnico-artística necesaria y un profundo conocimiento de las singularidades de cada una de las muy diversas maneras de hacer el son en el vasto territorio que constituye la república jarocha.
2.- La versada. Orquesta Jarocha contiene fundamentalmente sones tradicionales, a excepción de “El Perro”, compuesto por Gilberto Gutiérrez desde los tiempos de Don Arcadio Hidalgo. En todos ellos se incluyen estrofas conocidas, pertenecientes a la versada tradicional, a las que se agregan otras de nuevo cuño, compuestas también por Gilberto. Se trata de versos abundantes, que pueden referirse hasta a tres asuntos diferentes en un mismo Son. Se habla en ellos de la vida, de los amores afortunados y también, cómo no, de los desafortunados, que para todo eso, ya se sabe, sirve la poesía. Lo importante sería, me parece, que los versos de Orquesta Jarocha cumplen con la tradición al tiempo que la revitalizan. Escribe Gilberto: El negro ha de ser bembón/y de la nalga boleá/y sin esa condición un negro no vale na. Véngase mi negra/ vamos al fandango/ y del tingo al tango/el tacón se alegra/ tráete a los chamacos/y no hay que olvidar/ que lleven zapatos/ para fandanguear. El siquisirí sus golpes ya trina/se oye desde aquí/sonar la tarima/siguiendo el tangueo/como platicando/se van extasiando con el cadereo/sutil erotismo/sintiendo ahí mismo/sólo lo que veo” y en sus versos encontramos los ecos de la costumbre y los acentos que le imprime la mirada de quien la asume de manera consciente y sistemática, lo que delata un afán de permanecer en el mundo a pesar de las convulsiones en las que estamos inmersos.
3.- Los instrumentos. La dotación de Orquesta Jarocha incluye jarana mosquito, jarana segunda, jarana tercerola, jarana segunda tres cuartos, jarana trecera, requinto, guitarra de son, guitarra cuarta, guitara media, guitarrón, pandero, quijada y zapateado. Se trata de una dotación al mismo tiempo regular y extraordinaria. Regular, porque esos son, en efecto, los instrumentos con los que suelen tocar los jarochos. Extraordinaria, porque ningún grupo los toca todos, ya que unos se tocan en Sotavento, otros en los tuxtlas y otros más en el sur profundo. La idea de la orquesta jarocha obedece precisamente al afán de tocar todos en un solo disco, explorando con ello en las posibilidades creativas que su ejecución ofrece. El resultado es, con frecuencia, estupendo. Escúchese, por ejemplo, el espléndido diálogo que se establece entre guitarras y jaranas en “La Lloroncita” o el magistral manejo del zapateado como instrumento percutivo en “El butaquito”. Lo mismo en los sones lentos que en los veloces, la impecable ejecución y la cuidada grabación confieren a cada pieza del disco un alto nivel de calidad.

4.- Gilberto Gutiérrez. Se lee en el cuadernillo que acompaña al disco que Gilberto Gutiérrez construyo, en su modalidad de laudero, todos los instrumentos utilizados en la grabación de este disco; que, además, compuso los versos, fungió como productor ejecutivo y coproductor musical y, finalmente, que cantó, tocó la jarana trecera y las percusiones. Lo interesante  de todo esto es que no estamos, al final de cuentas, ante un disco de Gilberto Gutiérrez, sino ante una obra del grupo Mono Blanco: ¿qué sería de este disco sin la potente voz de Gisela Farías, sin la infinita guitarra de son ejecutada por Don Andrés Vega o sin el requinto de Octavio Vega?. En esta amalgama de inquietudes personales y talentos excepcionales puestos al servicio de un proyecto artístico se puede encontrar, tal vez, la explicación de la permanencia del Grupo Mono Blanco como un referente ineludible del Son Jarocho contemporáneo. Muchas gracias.