(Leído en la ceremonia de
presentación del disco Orquesta Jarocha, celebrada en el Jardín Poniente del
Edificio Sede del Instituto Veracruzano de la Cultura, el viernes 17
de enero de 2014).
Notas
en torno a Orquesta Jarocha, del Grupo Mono Blanco.
Buenas
noches. Quiero agradecer, desde luego, al Grupo Mono Blanco, a Austin Morgan,
Margarita Peña, Rodolfo Priego y a todo el equipo técnico del IVEC, su gentil
invitación a participar en esta ceremonia de presentación del décimo segundo
disco del Grupo Mono Blanco, sin duda, el más influyente entre los que participan en
el denominado movimiento jaranero. Esta circunstancia debería bastar para
otorgar a la aparición de Orquesta Jarocha, título del álbum que hoy nos reúne,
el carácter de acontecimiento musical relevante en el nutrido escenario de la música
popular veracruzana. Juzgo, sin embargo, que Orquesta Jarocha posee cualidades
que lo convierten en un disco memorable por sí mismo, incluso si para decidirlo
se tomara en cuenta únicamente la discografía del propio grupo.
A continuación, y asumiendo que la
paciencia de todos ustedes es tan grande como su gentileza, me permitiré
enumerar algunas de las características del disco que, a mi parecer,
constituyen las bases fundamentales de su singularidad.
1.-
El Proyecto. Orquesta jarocha no es,
evidentemente, una criatura del azar o la improvisación, de las ganas súbitas
de hacer un disco. Su cuidada estructura obedece a la intención fundamental de
reunir los elementos que constituyen la base musical de los fandangos
tradicionales, con la intención de efectuar un recuento de las formas que
dichas músicas suelen asumir en las diferentes regiones del estado. Estamos
pues ante una summa jarocha, una
puesta en juego de las formas del son que, en este disco, establecen un diálogo
sumamente creativo. Conviene recordar, creo, que un proyecto de esta naturaleza
sólo es viable cuando el grupo que lo emprende cuenta con la solvencia
técnico-artística necesaria y un profundo conocimiento de las singularidades de
cada una de las muy diversas maneras de hacer el son en el vasto territorio que
constituye la república jarocha.
2.-
La versada. Orquesta Jarocha contiene fundamentalmente sones tradicionales, a
excepción de “El Perro”, compuesto por Gilberto Gutiérrez desde los tiempos
de Don Arcadio Hidalgo. En todos ellos se incluyen estrofas conocidas, pertenecientes a
la versada tradicional, a las que se agregan otras de nuevo cuño, compuestas
también por Gilberto. Se trata de versos abundantes, que pueden referirse hasta
a tres asuntos diferentes en un mismo Son. Se habla en ellos de la vida, de los
amores afortunados y también, cómo no, de los desafortunados, que para todo eso, ya se
sabe, sirve la poesía. Lo importante sería, me parece, que los versos de
Orquesta Jarocha cumplen con la tradición al tiempo que la revitalizan.
Escribe Gilberto: El negro ha de ser bembón/y de la nalga boleá/y sin esa
condición un negro no vale na. Véngase mi negra/ vamos al fandango/ y del tingo
al tango/el tacón se alegra/ tráete a los chamacos/y no hay que olvidar/ que
lleven zapatos/ para fandanguear. El siquisirí sus golpes ya trina/se oye desde
aquí/sonar la tarima/siguiendo el tangueo/como platicando/se van extasiando con
el cadereo/sutil erotismo/sintiendo ahí mismo/sólo lo que veo” y en sus versos
encontramos los ecos de la costumbre y los acentos que le imprime la mirada de
quien la asume de manera consciente y sistemática, lo que delata un afán de
permanecer en el mundo a pesar de las convulsiones en las que estamos
inmersos.
3.-
Los instrumentos. La dotación de Orquesta Jarocha incluye jarana mosquito,
jarana segunda, jarana tercerola, jarana segunda tres cuartos, jarana trecera,
requinto, guitarra de son, guitarra cuarta, guitara media, guitarrón, pandero,
quijada y zapateado. Se trata de una dotación al mismo tiempo regular y
extraordinaria. Regular, porque esos son, en efecto, los instrumentos con los
que suelen tocar los jarochos. Extraordinaria, porque ningún grupo los toca
todos, ya que unos se tocan en Sotavento, otros en los tuxtlas y otros más en
el sur profundo. La idea de la orquesta jarocha obedece precisamente al afán de
tocar todos en un solo disco, explorando con ello en las posibilidades
creativas que su ejecución ofrece. El resultado es, con frecuencia, estupendo.
Escúchese, por ejemplo, el espléndido diálogo que se establece entre guitarras
y jaranas en “La Lloroncita” o el magistral manejo del zapateado como
instrumento percutivo en “El butaquito”. Lo mismo en los sones lentos que en
los veloces, la impecable ejecución y la cuidada grabación confieren a cada
pieza del disco un alto nivel de calidad.
4.-
Gilberto Gutiérrez. Se lee en el cuadernillo que acompaña al disco que Gilberto
Gutiérrez construyo, en su modalidad de laudero, todos los instrumentos
utilizados en la grabación de este disco; que, además, compuso los versos, fungió como productor ejecutivo y coproductor musical y, finalmente, que cantó, tocó
la jarana trecera y las percusiones. Lo interesante de todo esto es que no estamos, al final de
cuentas, ante un disco de Gilberto Gutiérrez, sino ante una obra del grupo Mono
Blanco: ¿qué sería de este disco sin la potente voz de Gisela Farías, sin la
infinita guitarra de son ejecutada por Don Andrés Vega o sin el requinto de
Octavio Vega?. En esta amalgama de inquietudes personales y talentos
excepcionales puestos al servicio de un proyecto artístico se puede encontrar,
tal vez, la explicación de la permanencia del Grupo Mono Blanco como un
referente ineludible del Son Jarocho contemporáneo. Muchas gracias.
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