(Leído en la mesa: “instrumentos Internacionales
Unesco Convención 2005 sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las
Expresiones Culturales. El impacto local.”, convocada por Creatividad y Cultura
Glocal A.C., efectuada el 20 de abril de 2012, en El Ágora de Xalapa, Ver., en
el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario, organizada por la
Universidad Veracruzana.)
La convención en Veracruz: balance y perspectivas
Por Óscar Hernández Beltrán.
En las líneas que siguen intentaré bosquejar un
panorama de las acciones emprendidas por las instancias gubernamentales de
Veracruz con relación a la Convención sobre la Protección y la Promoción de la
Diversidad de las Expresiones Culturales. Debo advertir que mis puntos de vista
no responden de ninguna manera a posiciones institucionales y carecen por ello
de cualquier carácter oficial. Para integrar este bosquejo he recurrido a la
estructura básica del primer informe cuatrienal, que está por presentarse en estos
días. Conforme a dicha estructura, me referiré primero a las medidas y
políticas culturales adoptadas; luego, a la integración de la cultura en las
políticas de desarrollo sostenible; posteriormente, a la protección de las
expresiones amenazadas y, finalmente, a las acciones orientadas a sensibilizar
a la sociedad civil y propiciar su participación. En todos los casos, me referiré
en términos muy generales a las actividades que considero más sobresalientes o
significativas, a las que agregaré un breve comentario.
Con
respecto al primer punto, es decir, a las medidas y políticas culturales,
abordaré tres temas que juzgo relevantes: la legislación en materia cultural,
el registro de las prácticas culturales y de los portadores de la cultura
tradicional y los reconocimientos otorgados a dichos portadores. Creo que es en
el campo de los ordenamientos jurídicos en el que con mayor claridad pueden
advertirse los efectos de la convención, ya que durante el periodo 2008-2011 se
promulgaron la Ley de Desarrollo Cultural del Estado y la Ley de Derechos y
Culturas Indígenas; se reformaron seis artículos y se agregó uno más a la Ley
que crea al Instituto Veracruzano de la Cultura y se emitieron decretos que
declaran Patrimonio Cultural Intangible del Estado a la gastronomía veracruzana
y a la ceremonia del ritual de los voladores. En todos estos ordenamientos
jurídicos se establece con claridad que el estado promoverá y protegerá la
diversidad cultural como objetivo fundamental para el desarrollo integral de la
entidad. Como era de esperarse, la promulgación de estos ordenamientos estuvo
acompañada de polémicas. Los especialistas han formulado a la Ley de Desarrollo
Cultural dos objeciones de fondo: una, que insiste demasiado en el tema de la
autenticidad de las expresiones culturales lo que, indican, le otorga un aire
etnocentrista y, otra, que no contempla la posibilidad de que las personas se
nieguen a recrear su cultura. Los activistas culturales reclaman, por su cuenta,
y con razón, que la reglamentación de la que depende la operación de la Ley aún
no ha sido conformada. A pesar de compartir plenamente estas objeciones, creo
que la promulgación de estas leyes significa una puesta a tiempo de nuestro
reloj jurídico en materia de cultura y que proveen una buena base de desarrollo
cultural con orientaciones adecuadas.
Por
lo que hace al segundo tema, es decir, el registro de las prácticas culturales
que constituyen nuestra diversidad creativa, debo decir que durante el lapso en
referencia se dieron a conocer varios recuentos sistemáticos y ordenados de las
prácticas culturales que nos caracterizan. Entre ellos quisiera destacar los
dos tomos del Atlas Artesanal del Estado
de Veracruz, publicados por el Consejo Veracruzano de Arte Popular; Los dos
tomos denominados Veracruz, fiesta viva,
que compilan las fiestas tradicionales más relevantes; la obra Gastronomía Veracruzana, que se difunde
en la página web de la Secretaría de Turismo; la base de datos sobre Medicina
Tradicional Veracruzana, compilada por las Unidades Regionales de Culturas
Populares; los registros de Iconografía del arte popular veracruzano, entre los
que destacan el libro Diseño e
Iconografía de Veracruz. Geometrías de la imaginación, publicado por
CONACULTA y los cuadernillos que reproducen el diseño de textiles tradicionales
de diversos pueblos indígenas, publicados también por el COVAP. A esta lista deben añadirse,
creo, los registros gramaticales y lexicales publicados por la Academia
Veracruzana de Lenguas Indígenas. Acaso las características más interesantes de
estas publicaciones sean su accesibilidad
y su evidente carácter de instrumentos de divulgación. Pese que su
realización no surgió como consecuencia de un proyecto rector, como era
deseable, debe destacarse el hecho de que fueron elaborados por dependencias
gubernamentales y no por entidades académicas, como suele suceder.
Para
concluir el punto de medidas y políticas culturales quiero referirme a los
reconocimientos instaurados para señalar la trayectoria de portadores de la
cultura tradicional. Destacan entre ellos las medallas otorgadas a músicos y
versadores del Son Jarocho en el marco del Encuentro de Jaraneros celebrado
cada año en Tlacotalpan y los reconocimientos entregados a los virtuosos del
Son huasteco con motivo de la celebración del Festival Nacional de las
Huastecas. Lo relevante de estos premios es su carácter oficial; debe
lamentarse, no obstante, que no vayan acompañados de una recompensa material
que alivie aunque sea un poco la precaria situación económica en la que viven
la mayoría de sus receptores.
Con
relación a la integración de la cultura en las políticas de desarrollo
sostenible es necesario señalar que las acciones hasta ahora realizadas no
permiten advertir un conjunto de políticas claramente estructuradas. Pueden
mencionarse, sin embargo, el impulso dado a la producción artesanal mediante
procesos de capacitación, estímulos a la producción y apoyo a la
comercialización, así como el respaldo brindado a diversas iniciativas
vinculadas al fortalecimiento de cultivos tradicionales y a la explotación de
especies no maderables. Estos proyectos suelen ser administrados por las
entidades de impulso al desarrollo o mediante los fondos concursables de los
proyectos culturales convenidos con la federación como el Programa de Apoyo a
las Culturas Municipales y Comunitarias, mejor conocido como PACMYC. Debe
señalarse, sin embargo, que el número de los proyectos hasta ahora emprendidos
no resulta significativo cuando se compara con la enorme cantidad de
oportunidades que brinda la compleja actividad creativa de nuestra entidad, por
lo que se hace necesario que las entidades estatales existentes impulsen la
instauración de programas de apoyo a las pequeñas y medianas empresas de
carácter cultural. En el campo del
turismo, se han impulsado programas que incluyen en su diseño el componente
cultural. Destacan los proyectos de desarrollo ecoturístico, ya que varios de
ellos involucran la participación de las comunidades, que se preocupan por dar
a conocer su diversidad biológica al mismo tiempo que impulsan la difusión de
las prácticas que posibilitan su perduración. Se ha impulsado, además, el
programa Joyas de Veracruz con el que se pretende “mejorar las condiciones de
vida y crecimiento de localidades con disposición de revalorar sus atributos culturales,
buscar el desarrollo de sus comunidades, la recuperación de paisajes, el
rescate de su historia y cultura, y el mejoramiento de su infraestructura
urbana y de servicios, para potenciar así sus capacidades para la recepción del
turismo”. La Antigua, Misantla, Naolinco, Xico y Zozocolco de Hidalgo, se
incorporaron a este programa. Por su parte, el Proyecto Cumbre Tajín continuó
organizando con éxito de público su actividad anual, al tiempo que impulsaba la
operación del Centro de las Artes Indígenas. Su impulso a la declaración de la
ceremonia ritual de los voladores como patrimonio cultural intangible de la
humanidad resultó decisivo.
La
protección de las expresiones amenazadas ha descansado también en el desarrollo
de proyectos impulsados conjuntamente con la federación, como parte de los
programas de impulso a la cultura popular, tales como el ya mencionado PACMYC,
el PRODICI (Programa de Desarrollo Integral de las Culturas de los Pueblos y
Comunidades Indígenas) y otros análogos. Se han logrado fortalecer
manifestaciones correspondientes al campo de las artes de la representación,
tales como danza, música y teatro tradicionales; así como algunas actividades
ligadas al ámbito ritual, principalmente en el campo de la medicina tradicional.
Otras prácticas amenazadas que se ha logrado reactivar son la ejecución de
sones huastecos hasta hace poco en desuso
y el registro de las afinaciones
de los instrumentos jarochos de la región de los tuxtlas.
Con
respecto a la sensibilización y participación de la Sociedad Civil en las
tareas culturales cabe mencionar que los ciudadanos, al menos los veracruzanos,
no parecen requerir de ningún estímulo para organizarse. Lo mismo en las zonas
rurales que en las urbanas, los grupos reunidos en torno a proyectos culturales
se han multiplicado en los últimos tiempos. Ejemplo de ello son las redes de
promotores culturales surgidas en ciudades medias, como la que opera en la
región Orizaba-Córdoba, en la que participan gestores culturales de diez municipios,
y la establecida en municipios rurales de la Sierra de Otontepec, en la que
toman parte ciudadanos organizados de Chontla, Tantima, Tancoco, Tamalín y Citlaltepec, entre otros
municipios. En el corredor Veracruz-Boca
del Río se ha fortalecido la organización de espacios culturales
independientes, tales como el CaSón o Idea Morada, que han demostrado tener una
gran capacidad de convocatoria entre públicos diferenciados. En la capital,
Xalapa, también han surgido diversas organizaciones de gestores culturales que,
aunadas a la antes existentes, integradas principalmente por artistas formales
y profesionales, conforman un abigarrado panorama que, en hora buena,
reivindican su derecho a tomar parte en las decisiones en torno al diseño, la
operación y la evaluación de las políticas culturales.
Ante
tales demandas, las instancias oficiales han reaccionado con lentitud y no ha
sido sino hasta fechas muy recientes que los aparatos estatales de cultura han
empezado a pasar de las políticas de ciudadanización, que posibilitan la
participación de las personas como apoyos en los procesos de validación y
dictaminación de los proyectos
institucionales, a una etapa de mayor asertividad, en la que los ciudadanos
elaboran los proyectos. Tal ocurre con los denominados proyectos de
intervención social, que se desarrollan en comunidades indígenas en el marco
del PRODICI. Tal ha sucedido ya con algunos proyectos urbanos de difusión
artística. No se trata solamente de pujar por los fondos concursables, ni de
conseguir apoyos para tal o cual proyecto. Se trata ahora de tener injerencia
directa en el diseño de las políticas públicas y la administración de los
recursos existentes.
Como puede advertirse, el impacto de la convención ha
observado un desarrollo un tanto lento y difuso en Veracruz. Prevalecen todavía
prácticas paternalistas o con pretensiones hegemónicas. Algunas acciones
parecen apuntar, no obstante, en el sentido correcto. Ojalá se fortalezcan
pronto. Ello podría contribuir, sin duda, a preservar la diversidad creativa de
nuestra sociedad, en un marco de libertades y de respeto a los derechos
humanos.
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