lunes, 18 de marzo de 2013

Los artesanos veracruzanos ante la crisis y la globalización. (Primera Parte).


(Texto leído en el Foro: ¿Qué entendemos por identidad?,  efectuado en el Ágora de Xalapa, el miércoles 23 de junio de 2010, organizado por la revista Centenarios de la SEV.).

Los artesanos veracruzanos ante la crisis y la globalización. (Primera Parte).
Por Óscar Hernández Beltrán

Introducción
El presente trabajo se propone efectuar una breve reflexión en torno a la situación que guarda la producción artesanal del Estado de Veracruz, atendiendo principalmente sus circunstancias materiales y sociales. Parte de la consideración de que la producción artesanal veracruzana es un importante factor en la constitución de las identidades locales y regionales y también de la certeza de que su desarrollo atraviesa por una fase crítica. Desde esa perspectiva, se plantean análisis tanto de sus procesos como de sus posibles alternativas de evolución.

La exposición se divide en tres partes: en la primera se exponen diversas categorías que se juzgan indispensables para la cabal comprensión de los fenómenos en referencia; en la segunda se analizan algunas de las circunstancias en las que se llevan a cabo los procesos de producción, circulación y consumo de las artesanías en nuestro estado y, en la tercera, se vislumbran diversas opciones para su fortalecimiento.

Crisis, globalización e identidad.
Hace veinte años[1], María Dolores Paris Pombo hizo notar que el movimiento económico mundial tendía a destruir las identidades locales, regionales y nacionales, llevando a los habitantes de los países en desarrollo a una situación de desintegración de sus expectativas personales y sociales. Si bien es cierto que su análisis se centraba en los procesos vividos por los grupos marginados de las zonas urbanas de los países latinoamericanos, también lo es que su percepción resultaba válida, en lo general, para todos los sectores de la población. Sostenía entonces la autora: “La modernización socio-económica y la crisis de modernización no sólo han causado la conformación de identidades restringidas. Han provocado también un proceso continuo de ruptura y de destrucción de identidades amplias y de identidades comunales, llevando a grandes masas a situaciones de atomización, de desintegración y de anomia. Los individuos excluidos de casi todas las instituciones no encuentran canales de articulación y se ven lanzados a una suerte de caos, a un espacio social carente de normas y de expectativas: esto provoca una ausencia de identidad: el individuo no encuentra límites a sus aspiraciones. Estas van mucho más allá de lo que la sociedad puede brindarle, y se transforman en frustraciones, en una incapacidad de integrarse y de definir su rol en los grupos sociales.”[2]

Acaso la inferencia más trascendente del análisis sustentado por la doctora Paris Pombo es el establecimiento de una metodología que vincula de manera directa a las identidades colectivas con las crisis económicas sucesivas padecidas en nuestro subcontinente desde mediados de la década de los setenta hasta la fecha. Las crisis, sostiene la autora, no sólo han modificado nuestras percepciones tradicionales acerca del mundo y de la vida, sino que han configurado nuevas identidades, caracterizadas por su precariedad y su desconcierto. No sólo hemos sido desposeídos de nuestras identidades, sino que hemos sido obligados a adoptar otras que, despojadas de normas éticas, nos impiden establecer lazos de unión y perspectivas comunes de desarrollo.

Una década más tarde, los análisis en torno a las identidades sociales latinoamericanas se modificaron y reorientaron al incorporar el concepto de globalización. En mi opinión la incorporación del este término de estricto origen económico al estudio de las identidades no ha estado exento de vaguedades y generalizaciones. Por ello, conviene precisar, me parece, tanto su acepción original como la forma en la que se le ha articulado con la dinámica social y sus representaciones. Como es sabido, en su sentido original el término globalización refiere el proceso mediante el cual las economías locales se integran a la economía mundial contemporánea, en la que los modos de producción y los movimientos de capital se configuran a escala planetaria, como efecto del papel protagónico asumido por las empresas trasnacionales, en un contexto de libre circulación de capitales.

Para los efectos de este trabajo, la consecuencia más destacable de dicho fenómeno económico es la implantación definitiva de la sociedad de consumo; es decir, el establecimiento de un mercado mundial con pautas estandarizadas para los consumidores de todo el mundo. Como resultado de este modelo de desarrollo y de sus efectos colaterales, entre los que destacan los grandes movimientos migratorios, la telefonía celular y las redes virtuales de comunicación, “el mundo parece estrecharse”, como escribió en el año 2000 Henry Zadman[3], quien agregó: “…la internacionalización creciente y […] las estandarizaciones introducidas por las técnicas industriales, parece(n) provocar cada día más la atenuación de las diferencias de espacios y de culturas: mismos gustos, mismos modos, mismas aspiraciones, mismas instituciones, mismos estilos de vida, en las formas y los códigos adoptados a lo largo y ancho del mundo. Se insiste entonces sobre la amenaza de la diversidad y la particularidad, de la “identidad” o las “identidades”, de las culturas y las sociedades”.

En opinión de este autor no debemos subestimar, sin embargo, la capacidad de respuesta activa y creativa de las culturas aparentemente avasalladas por los efectos de la globalización. De acuerdo con su apreciación, ante los embates globalizadores, las culturas de las comunidades locales entran en un proceso de recomposición que, si bien modifica sus perfiles y sus dinámicas, no las inserta dócilmente en el concierto mundial con batuta en el imperio. De hecho, explica: “…esta tendencia de homogeneización del mundo global que acabo de describir no es unívoca. Al mismo tiempo que ocurren estos fenómenos, en todo el planeta se reivindica la urgencia de volver a las raíces, de recobrar peculiaridades y afirmar diferencias, de hacer efectiva la pluralidad de la sociedad contemporánea”[4].  
               
Este afán de retorno a las raíces constituye, de hecho, una parte integral del fenómeno de la globalización y podría explicarse precisamente por su carácter mundial. Sabido es que todo proceso histórico alberga sus propias contradicciones. Una de las más evidentes del proceso globalizador es, precisamente, posibilitar las nuevas formas de cohesión y organización social de las comunidades en resistencia, al dotarlas de las sofisticadas herramientas que proporcionan las tecnologías de punta de la comunicación de masas en el intento de dichas comunidades por volver a las raíces, cosa que ocurre, en efecto, con la circunstancia de se trata de un retorno con nuevas características, que son las que le otorgan precisamente los nuevos instrumentos utilizados. Tal paradoja fue advertida claramente por el sociólogo chileno Bernardo Subercaseaux, quien en 2002 escribió: “Hay quienes han explicado este fenómeno señalando que con la globalización asistimos a una situación de entropía de las culturas: todas las culturas están compartiendo por efecto de la comunicación aspecto comunes (dinámicas de homogeneización). Pero por otro lado se da lo contrario diferencias regionales, diversidades culturales, lo que Octavio Paz llamó la “venganza de los particularismos. La modernidad y la globalización, configuran junto con una tendencia proyectiva de cambios incesantes, una tendencia retro y arcaizante”.[5]
La dinámica específica de este proceso, así como sus inmensas posibilidades, han creado un panorama novedoso en el paisaje general de las comunicaciones contemporáneas, ya que paralelamente a las grandes pautas culturales ofertadas por las empresas transnacionales del entretenimiento masivo en los campos del cine, la música o los videojuegos, podemos encontrar estaciones de radio en línea, páginas electrónicas, documentales o discos compactos que difunden, frecuentemente a través de redes sociales, las expresiones de las culturas que supuestamente dichas tecnologías deberían aniquilar. Este proceso ha sido explicado por el teórico colombiano Jesús Martín Barbero de la siguiente manera: “En un segundo plano, el eje de la comunicación introduce en las políticas y las actividades de cooperación una profunda renovación del modelo de comunicabilidad, que del unidireccional, lineal y autoritario paradigma de la transmisión de información, ha pasado al de la red, esto es de la interacción y la conectividad, transformando la mecánica forma de la conexión a distancia por la electrónica de la “interfase de proximidad”. El nuevo paradigma se traduce en una política que privilegia la interactividad, la sinergia entre muchos pequeños proyectos, por sobre la complicada estructura de los grandes y pesados aparatos tanto en la tecnología como en la gestión. Y es precisamente a la luz de esta nueva perspectiva conceptual y metodológica de la comunicación, que adquiera su verdadera envergadura la redefinición de la cooperación como “práctica de la interculturalidad”, es decir, de una relación entre culturas ya no unidireccional y paternalista sino interactiva y recíproca, pues en lugar de buscar influir sobre las otras, cada cultura acepta que la cooperación es una acción transformadora tanto de la cultura que la solicita como de la que responde, y de todas las otras que serán involucradas por el proceso de colaboración”[6].

El establecimiento de redes propicia, entonces, comunicación entre las culturas y con ello, la apertura a las expresiones de lo diferente, es decir la interculturalidad. Al establecer contacto entre si, las expresiones culturales de las comunidades locales y regionales se enriquecen y diversifican. El contacto con las otras culturas las obliga a afinar sus argumentos, a perfeccionar sus modos de ser y a reconocer en las prácticas culturales ajenas lo que éstas tienen de comprensible y disfrutable; de aleccionadoras y memorables.

La crisis de la producción artesanal veracruzana.
En otro lugar[7] me he referido a la situación crítica por la que atraviesa la producción artesanal veracruzana. Ahora diré solamente que, conforme a lo que advierto, son cuatro los factores que permiten afirmar que la producción de artesanías de nuestra entidad se encuentra en crisis: el deterioro medioambiental[8], la transformación de las prácticas tradicionales de consumo interno, la competencia desleal[9] y la falta de asertividad entre los artesanos y sus aliados potenciales[10].
                De estos cuatro factores quisiera ahora detenerme en dos: la transformación de las pautas internas de consumo de los productos artesanales y la falta de una comunicación eficiente entre los artesanos y sus posibles aliados. Ambos están vinculados con los temas de crisis y globalización aunque, desde luego, el tema por excelencia en este punto es la falta de competitividad de las artesanías tradicionales ante las importaciones orientales y las manualidades.
Con respecto a la transformación de las pautas internas de consumo de los productores artesanales, la evidencia demuestra que en los tiempos que corren ni siquiera sus productores otorgan a los productos artesanales los usos que tradicionalmente les destinaban. Los objetos de alfarería fabricados con barro han sido sustituidos en las comunidades indígenas por cacharros de aluminio, plástico u otros materiales que resultan baratos, resistentes y duraderos; los huipiles y las blusas se han visto reemplazados por vestimenta a la moda, como pantalones vaqueros o vestidos ajustados. Estos fenómenos de sustitución ocurren principalmente entre los jóvenes. No conozco un estudio que aborde el tema del consumo de bienes culturales entre los jóvenes indígenas veracruzanos.
En 2006, los antropólogos Maya Lorena Pérez Ruiz y Luis Manuel Arias Reyes publicaron el estudio “Consumo cultural y globalización entre los jóvenes mayas de Yucatán”[11]. Recurro a este análisis, convencido de que muchos de los aspectos de la realidad allí analizada guardan similitud con los que están ocurriendo en las zonas indígenas de nuestro estado. Advierten los estudiosos que los jóvenes mayas tienden a asimilar las pautas de consumo de la cultura hegemónica occidental, con las precariedades a las que los condena sus condiciones de marginación. Destacan, por ejemplo, que la mayoría de los adolescentes que cursan el bachillerato tiene acceso a Internet, pero muy pocos lo tienen a la televisión de paga, por lo que su percepción de los íconos de la moda resulta en ocasiones fragmentada o incompleta. Aún así, cuando fueron interrogadas acerca de las figuras con las que les gustaría ser identificadas, la mayoría de las jóvenes mencionó a íconos de la cultura de masas, como Britney Spears o Shakira. Llama la atención, además, el hecho de que muy pocos de los jóvenes se sintieran atraídos por la música conocida como ranchera o campirana, y que sus preferencias se orientaran hacia la interpretada por figuras como Thalía o Paulina Rubio.





[1] Paris Pombo, Maria Dolores. Crisis e identidades colectivas en América Latina. México. Plaza y Valdés Editores. 1990. 157 pp.
[2]  Ibid. pp. 146-147.
[3] Zandman, Henry. “Procesos de globalización y proceso culturales. Diversidad, contacto, movilidad e identidad” en Memoria Foros Culturales 2000. Fondos Regionales de la Zona Sur. CONACULTA. 2002. p. 274.
[4] ibidem
[5] Subercaseaux, Bernardo. Nación y cultura en América Latina. Diversidad cultural y globalización. Chile. LOM Ediciones. 2002. p. 45.
[6] Barbero, Jesús Martín. “Comunicación en los procesos de gestión y cooperación cultural” en: “Gestión Cultural: planta viva en crecimiento”. Memorias del Tercer Encuentro Internacional de Gestores y Promotores Culturales (Guadalajara, 2005). Patrimonio cultural y turismo. Cuadernos 13. CONACULTA. 2005. p.173.
[7] Hernández Beltrán, Óscar. “Ser artesano en Veracruz, en el Siglo XXI” en Centenarios. Revoluciones sociales en Veracruz. Revista bimestral editada por la Secretaría de Educación de Veracruz, Año III, Num. 13, pp. 16-18.
[8] Para un análisis de la situación que guarda la relación entre la producción artesanal y la naturaleza en México, véase: Cruz Muerueta, Mariana; López Binnqüist, Citlalli y Neyra González, Lucila. Artesanías y medio ambiente. Fonart-Conabio. México, 2009. 146 pp.
[9] En este punto sigo, en lo general, ideas expuestas en diversos foros por la maestra Martha Turok.
[10] Para un análisis de las relaciones entre producción artesanal y diseño en México, véase: Ryan Galton, Mary (coord.) Manual de diseño artesanal. Mimeo. Fonart-Artesanías de Tabasco. s/f. 45 pp.
[11] Pérez Ruiz, Maya Lorena. y Arias Reyes, Luis Manuel. “Consumo cultural y globalización entre los jóvenes mayas de Yucatán” en: Arizpe, Lourdes (coord.). Retos culturales de México frente a la globalización. México. H. Cámara de Diputados, LIX Legislatura. Miguel Ángel Porrúa, librero-editor. 2006. p. 325-352.

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