lunes, 18 de marzo de 2013

Tras los pasos de Roberto Téllez Girón Olace, de Jessica Gottfried Hesketh y Ricardo Téllez Girón López.*


(Leído durante la ceremonia de presentación, efectuada en el Archivo Histórico de Veracruz, el jueves 21 de julio de 201, organizada por la Delegación Estatal del INAH).

Tras los pasos de  Roberto Téllez Girón Olace, de  Jessica Gottfried Hesketh y Ricardo Téllez Girón López.*
Por Óscar Hernández Beltrán

Debo empezar agradeciendo a la  Delegación Estatal del INAH y a  Jessica Gottfried su amable invitación a participar en esta ceremonia y, desde luego, al Archivo y Biblioteca Históricos de Veracruz, su cordial hospitalidad.
                En una carta abierta a los obreros de Jalisco, escrita en los primeros años veinte del siglo pasado, Vasconcelos afirma: “Sólo el contacto íntimo de los trabajadores con los intelectuales puede dar lugar a un renacimiento espiritual que ponga nuestra edad por encima de las otras1”. En el caso de los indígenas este principio no variaba en lo esencial para Vasconcelos, pero contenía un ingrediente diferenciador, fundado en la convicción de que con dicho sector de la población era posible alcanzar una fusión étnica, lingüística y cultural; un mestizaje redentor, igualmente victorioso. Todos sabemos que las ideas del maestro oaxaqueño se tradujeron en política culturales públicas y que, gracias entre otras cosas al profundo respeto que supo guardar hacia los creadores artísticos, nuestro país vivió en las décadas de los treinta y los cuarenta un singular esplendor de arte nacionalista, que abarcó a todas las disciplinas.
                En el campo de la música, este periodo produjo a los únicos compositores mexicanos que figuran en la Enciclopedia Británica. Todos ellos realizaron obras que tuvieron composiciones populares como punto de partida. En la mayoría de los casos, el contacto de estos músicos con las tonadas, los sones y los jarabes populares no fue directo, sino que estuvo mediado por la labor ingente, infatigable y subyugante de los entonces llamados compiladores de música, una especie de etnomusicólogos empíricos que efectuaron los primeros registros sistemáticos y canónicos de la música popular de diversas entidades de nuestro país. Estos investigadores trabajaron en condiciones totalmente precarias pero con profundas convicciones nacionalistas. Con frecuencia, los resultados de sus investigaciones fueron asombrosamente eficientes.
                En un justamente celebrado ensayo sobre la microhistoria, Don Luis González y González dice que existen tres tipos de historiadores: los hormiga, que son quienes localizan, compilan y editan los documentos fuente; los abeja, que son aquellos que procesan los datos reunidos por los hormiga y escriben compendios históricos puntuales y confiables y, finalmente, los cigarra, que son los que se lucen explicando el trabajo de los dos primeros. Los etnomusicólogos son los investigadores hormiga de la cultura musical. Su trabajo, frecuentemente utilizado pero escasamente reconocido, resulta de vital importancia cuando se entiende la necesidad que todas las sociedades tienen de preservar su patrimonio cultural intangible, destacadamente la música popular.
                En el libro cuya publicación hoy celebramos, Jessica Gottfried rinde un justo homenaje al maestro Roberto Téllez Girón Olace, quien fuera uno de los principales compiladores de música popular mexicana de la etapa nacionalista, y lo hace de la mejor manera posible: siguiendo sus pasos, es decir, visitando los pueblos y las comunidades que el maestro Téllez Girón visitara, con el propósito de constatar el grado de supervivencia de las músicas que el maestro Téllez Girón fijó definitivamente en papel pautado hace casi 75 años.
                Durante su recorrido, Jessica comprueba que las músicas que Téllez Girón compilara tan acuciosamente hace más de siete décadas continúan, en lo central, gozando de cabal salud y, más aún, que siguen cumpliendo la misma función ritual de entonces. Este hecho no debería de sorprendernos: los pueblos indígenas mexicanos han sabido conservar sus formas de convivir y reproducirse; de cultivar, curar y vestir, entre otras mucha cosas, a pesar de nuestra indiferencia, nuestro abandono o, peor aún, de nuestra inquina.
Cuatro cosas dignas de festejo encontrará el lector en este libro: la primera de ellas es una remembranza  de Roberto Téllez Girón Olace, escrita por su hijo, Ricardo Téllez Girón López, quien hace a un lado su bagaje de doctor en antropología, para evocar el recuerdo de su padre como el de un hombre bueno, talentoso y responsable, que heredó a sus hijos las mejores cosas que un padre puede legar, que son un buen nombre y una buena educación. El personaje que Ricardo Téllez Girón construye, apenas con sus memorias de infancia y primera juventud, ya que lamentablemente Don Roberto Téllez Girón murió a temprana edad, es un hombre generoso, profundamente humano y batallador, que disfrutaba por igual las sinfonías más intrincadas que los antojitos mexicanos o las funciones de lucha libre. Nada es más respetable que el amor de un hijo por su padre, especialmente cuando se expresa con delicadeza y honesta sinceridad. 
                La segunda cosa disfrutable de la obra que hoy nos reúne es el relato que hace Jessica Gottfried de su recorrido por las poblaciones que en su tiempo transitara Don Roberto. Esto es así porque, amablemente, Jessica encuentra el modo de explicarnos con sencillez y claridad, lo que en realidad son complicadísimos detalles técnicos, que demuestran cómo las músicas de las comunidades de indígenas de la Sierra Norte de Puebla y el poniente de Veracruz han sabido adaptarse y reproducirse, a pesar de los embates de la modernidad, la posmodernidad y la globalización. Con el apoyo de una ejecutante, Jessica Gottfried, presentó a los nietos o bisnietos de los indígenas que fueran informantes de Roberto Téllez Girón, las melodías que éste recogiera a finales de los años treinta. En la mayoría de los casos, los herederos identifican las piezas ejecutadas, generalmente con el mismo nombre o con un nombre parecido; o identifican partes importantes de ella, al tiempo que manifiestan conocer una variante de tales temas. Antes de entrar en materia, la autora hace un oportuno relato de la labor de rescate efectuada por el estado mexicano por medio del Departamento de Música del entonces recién creado INBA, al tiempo que explica la importancia que esta labor tuvo en el curso de la música mexicana de concierto del Siglo XX.
                El  plato fuerte del libro es la reproducción de facsimilar de las investigaciones efectuadas por Don Roberto Téllez Girón en la Sierra Norte de Puebla y Jalacingo, Veracruz, en 1938, publicadas por primera ocasión por el INBA en 1964. Es, antes que nada, una obra para estudiosos de la música, ya que su lectura cabal demanda la capacidad de descifrar la escritura musical, dado que incluye las partituras de las obras recopiladas. No obstante, quienes no gozamos de esa habilidad también podemos leerla con agrado, y hasta con regocijo, ya que el minucioso relato que hace el autor de sus avatares por la sierra resulta no sólo entretenida sino, con frecuencia, apasionante. Lo que ahí se aprecia es una sensibilidad fina, capaz de expresar estados de ánimo que van de la paciente descripción de sus miles de contratiempos al arrobamiento ante la belleza feraz del paisaje serrano. Se trata, en suma del relato vívido de una investigación seria, responsable y productiva, que tuvo como bases fundamentales un enorme talento musical y un irrestricto  amor por México, su gente y su cultura.
                El volumen incluye, además, un disco que contiene el registro fonográfico de muchas de las obras musicales recabadas por Don Roberto Téllez Girón y otras más, no recopiladas entonces, pero que Jessica Gottfried ha considerado prudente incluir, desde un punto de vista etnomusicológico. Debemos agradecer a la investigadora el esmero puesto en su labor, que dignifica la memoria de Don Roberto Téllez Girón, permite a los lectores de este siglo conocer la vida y la obra de tan ingente investigador y contribuye notablemente a preservar y difundir las músicas populares de  nuestro entorno. Enhorabuena.
*Jessica Gottfried Hesketh y Ricardo Téllez Girón López. Tras los pasos de  Roberto Téllez Girón Olace. CONACULTA. Secretaría de Cultura de Puebla. 2010. 350 pp. 
1 Citado por José Joaquín Blanco en Se llamaba Vasconcelos. FCE. 1977.

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